jueves, enero 7

La habitación

Se sentó con movimientos desordenados en la silla, enfrente del ordenador. Lo encendió de manera ansiosa, aporreándolo como si pudiera meterle prisa en mostrar la pantalla de inicio. Abrió su correo, conteniendo el aliento, para comprobar por enésima vez si él había cumplido su promesa, y le había escrito. Tras un suspiro vacuo, miró hacia el monitor desolada, y apagó el ordenador.


Se quedó tendida en la cama mirando el techo, lamentándose e intentando que su mente fuera un reflejo del blanco y pulcro techo, y así poder dormir. Cuando se hizo la oscuridad, el más sepulcral de los silencios perturbaba su sueño. Oía el caer incesante y lancinante de las gotas del grifo averiado, que se prometió arreglar hacía ya cuatro meses. El chirrido siniestro de las puertas, causado por el viento que entraba por las pequeñas ventanas, la inquietaba. Vivía en una casa un tanto vieja, por lo que se repitió a sí misma que nada había fuera de lo normal. Sin embargo, un temor inconsciente, más poderoso que su propia cordura, se apoderó de ella. Juraría haber oído pasos al otro lado de su puerta, y el aullido del viento coronaba aquella sinfonía fúnebre. Se asustó, y quedó paralizada entre las sábanas de su cama. Atreviéndose apenas a respirar, sólo se escuchaba en aquella habitación, el latido desbocado de su corazón, que parecía ser lo único que se movía en aquel cuerpo inerte.


A la mañana siguiente, se incorporó. Notaba sus músculos atrofiados, que se debía seguramente a no haber cambiado de postura en toda la noche. Se sentó, y con la luz del crepúsculo asomándose por la ventana, contempló aquella habitación. Comprendió casi instantáneamente, que era aquello que la había aterrado. Sola, entre esas cuatro paredes blancas, comprendió que la soledad había entrado en su habitación aquella noche, y había encogido su corazón.

sábado, octubre 24

romeo + juliet


De pequeña quería ser princesa en cuentos de hadas. Luego, sapo tras sapo, dejó de creer en las historias de amor, que quedaron en ilusiones para niñas, como Papá Noel. Había perdido completamente la fe en esas cosas, y hacía tiempo que había dejado de buscar príncipes de todos los colores.

Quien iba a decirle a aquella incrédula que sus ilusiones infantiles no estaban del todo equivocadas, que un día viviría el mejor cuento de hadas jamás escrito. Simplemente, porque no era un cuento; era real.


Did you ever even have a boyfriend?
Of course.
What happened, why didn’t they work out?
What always happens? Life.



jueves, julio 23

Con dos de azúcar, por favor.


Él estaba casado con su máquina de escribir. Ella estaba prometida.
Se encontraron por primera vez en un paso de cebra, a ella se le cayó el café, y a él siete hojas mecanografiadas a doble cara. Y allí empezó todo, en un cruce de miradas. Él volvió cada día a la misma ahora, y entraba a la cafetería de la esquina a esperar la casualidad de su vida. Pero fueron pasando los días, ella no aparecía y no le quedaban más cafés por probar. Y mientras sacaba sus últimos tres euros con sesenta céntimos para el último café de la carta, se le cayó el optimismo del bolsillo trasero del pantalón. El último sorbo le dejó un sabor especialmente amargo en la boca, aunque no le dio importancia; era café, al fin y al cabo.
Estaba apurando las últimas lineas vacías de su hoja en blanco, cuando alguien se sentó en su misma mesa.
-Un café con dos de azúcar y... ¿tú cómo lo tomas?
Tartamudeó.
-Tomaré lo mismo, gracias.
Y allí se encontraba, una mañana lluviosa de jueves, compartiendo un café con la casualidad de su vida.

lunes, julio 13

Alto, muy alto.



















A tres metros sobre el cielo, nadando entre nubes y puestas de sol.
Y aquí arriba no puedes tocarme.





-j

lunes, abril 20

sparks

















just make it more electric


-j

lunes, marzo 2

Dimanche matin

Sólo la veía algún sábado que otro, cuando ninguno tenía nada que hacer, o cuando ambos tenían necesidades que saciar. Era sólo un entretenimiento cualquiera, sin ataduras, sin letra pequeña. Sólo era sexo. Como quien se dedica a bailar o a hacer punto, ellos se evadían entre las sábanas. Una descarga de adrenalina, sin compromisos emocionales. Era perfecto.
Demasiado, quizá. Y todos sabemos que este tipo de cosas no duran para siempre. Los encuentros se hicieron más frecuentes. Era lo peor que le podía pasar, hacerse adicto a ella. Recrearse en su ombligo era el peor de los vicios. Justo ahora que había dejado de fumar...
Pero cuanto más presente estaba en su cama, más se ausentaba ella en sus propios pensamientos. Él se vino abajo cuando se dio cuenta de que se le encogía algo en el pecho cada vez que tropezaba con unos ojos indiferentes, con una mirada abstraída que erraba en cualquier otro lugar del mundo.
-En realidad, no sé que me ocurre... Estoy rara, supongo.
Esa fue su respuesta distraída a la redundante pregunta.
Su rostro permaneció inmóvil, aunque sus ojos intentaran vanamente aferrarse a la perfección de cada curva de su cuerpo, casi con desesperación. Él si que sabía lo que le ocurría. Podía leerlo en sus miradas ausentes y sus sonrisas forzadas, para no preocuparle. Adivinó entre sus suspiros casi inaudibles mientras miraba a la ventana que esa mañana de domingo no estaba allí con él. Estaba en algún otro remoto lugar del mundo con otra persona. Se había enamorado.





-Perdona, es que estoy distraída...
-No, tú lo que estás es enamorada.